Erase una vez, en un pueblo muy lejano, allí dónde las más altas colinas se difuminaban vivía un dragón.
Él era bueno, sólo cazaba para comer pero cómo sabía que los humanos le temían no solía acercarse al pueblo.
Un día, cansado de tanta soledad y de vivir en esa cueva fría y solitaria sin compañía alguna, decidió acercarse acompañado por la luz de la luna.
Allí en el pueblo, en el balcón del castillo, se encontró a una joven llorando, dedujo que era la princesa.
Se acercó para ver que le sucedía y ella no se asustó.
Resultó que la joven princesa quería mucho a su pueblo, también a su padre el Rey, pero pronto ella sería la heredera y para reinar su padre le había puesto la condición de casarse con algún príncipe.
Ella no quería casarse con cualquiera y menos por obligación.
Viendo que el dragón se preocupaba por ella, siendo el único al que le importaban sus sentimientos, decidió montarse en su lomo y volar hacia su cueva para cubrir ese sentimiento de soledad que ambos sentían.
Al día siguiente en el pueblo se formó un gran revuelo, todos creían que el dragón se había llevado a la princesa para darse un buen banquete.
El Rey quiso que sus mejores hombres acudieran a su rescate pero ninguno se atrevió.
Pasaron varios días y el Rey estaba desolado, no podía abandonar el reino pero nadie quería ir.
Cuándo ya había perdido la esperanza, apareció un caballero montado en su precioso corcel, venía de un pueblo de las afueras y su nombre era Sant Jordi.
Queriendo ganarse la mano de la princesa y por tanto su corona, le dijo al Rey que él acudiría a su rescate y mataría al dragón para que no causará más estragos.
A cambio le pidió ser el Rey soberano si lo conseguía, el pobre hombre aceptó con tal de recuperar a su hija.
Al día siguiente Sant Jordi partió armado con su espada hacía la cueva del gran animal.
Cuando llegó se encontró una gran sorpresa, la princesa yacía dormida acurrucada bajo el ala del dragón, no parecía estar en contra de su voluntad, había un error pensó el caballero, la princesa tenía que estar en peligro igual.
Con un grito de guerra y la espalda alzada se lanzó directo al corazón del dragón, por suerte para el animal el ruido le despertó y pudo moverse justo a tiempo de que le asestara el golpe en la pata y no en el corazón.
Con un chillido la princesa se despertó y se lanzó contra el caballero dejándolo atónito y desarmado pudiendo así el dragón inmovilizarlo.
La princesa le explicó al caballero que el animal no quería hacerle daño, tampoco quería hacer daño al pueblo. Ella había decidido quedarse con él para huir del dictamen de su padre ya que no quería casarse con ningún hombre sin amor.
Sant Jordi viendo peligrar su corona no lo quiso entender y ante tal decepción juró matar al dragón por lo tanto no les quedó otra opción que dejarlo inconsciente y que el dragón se lo llevará muy muy lejos de allí para que no pudiera volver.
Pasaron varios días y cuando por fin volvió a su cueva junto a la princesa, se la encontró enferma y temblando, en esa cueva hacía mucho frío para ella que no estaba acostumbrada, así que decidieron bajar juntos al pueblo para darle una última oportunidad a su padre.
El Rey, del impacto de perder a su hija una vez más aceptó.
Ella reinaría sola y sólo se casaría por amor.
Gracias a la princesa el dragón dejó de ser temido por el pueblo permitiéndole así bajar cada vez que quisiera y pudiendo defender al pueblo de malhechores.
Para agradecérselo el pueblo puso como fecha el día que volvió la princesa y cada año montaban una gran fiesta dónde el pueblo le lanzaba rosas al dragón para demostrarle su amor y a su vez se regalaban rosas entre todos ellos junto a libros que contaban esa misma historia para que jamás fuera olvidada.
Sorteaban entre todos un baile con la princesa y un vuelo con el dragón y lo finalizaban con un gran banquete dónde hasta el dragón era invitado.
Y así fueron felices y dejaron de temer lo que no comprendían.
FIN
Iris
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